jueves, 30 de octubre de 2025

¿Puede el «órgano de expresión» ser el «organizador y educador colectivo»? Lenin responde las objeciones de los «economicistas»

«En el primer período del movimiento de masas (1896-1898), los militantes locales intentan publicar un órgano destinado a toda Rusia: Rabóchaya Gazeta; en el período siguiente (1898-1900), el movimiento da un gigantesco paso adelante, pero los órganos locales absorben totalmente la atención de los dirigentes. Si se hace un recuento de todos esos órganos locales, resultará por término medio un número al mes. ¿No es esto una prueba evidente del primitivismo de nuestros métodos de trabajo? ¿No demuestra eso de manera fehaciente el atraso que nuestra organización revolucionaria lleva del avance espontáneo del movimiento? Si se hubiera publicado la misma cantidad de números de periódicos por una organización única, y no por grupos locales dispersos, no sólo habríamos ahorrado una inmensidad de fuerzas, sino asegurado a nuestro trabajo infinitamente más estabilidad y continuidad. Olvidan con demasiada frecuencia este sencillo razonamiento tanto los militantes dedicados a las labores prácticas, que trabajan activamente de manera casi exclusiva en los órganos locales –por desgracia, en la inmensa mayoría de los casos, la situación no ha cambiado–, como los publicistas que muestran en esta cuestión asombroso quijotismo. (...) No se constriñan al principio indiscutible, pero demasiado abstracto, de la utilidad de los periódicos locales en general; tengan, además, el valor de reconocer francamente sus lados negativos, puestos de manifiesto en dos años y medio de experiencia. Esta experiencia demuestra que, en nuestras condiciones, los periódicos locales resultan en la mayoría de los casos vacilantes en los principios y faltos de importancia política. (...) Un buen mecanismo clandestino de imprenta exige una buena preparación profesional de los revolucionarios y la más consecuente división del trabajo, y estas dos condiciones son de todo punto irrealizables en una organización local aislada, por mucha fuerza que reúna en un momento dado. (...) El predomino de la prensa local sobre la central es síntoma de penuria o de lujo. De penuria, cuando el movimiento no ha cobrado todavía fuerzas para un trabajo a gran escala, cuando aún vegeta en medio del primitivismo y casi se ahoga «en las pequeñeces de la vida fabril». De lujo, cuando el movimiento ha podido ya plenamente con la tarea de las denuncias en todos los sentidos y de la agitación en todos los sentidos, de modo que, además del órgano central, se hacen necesarios numerosos órganos locales. (...) Nadiezhdin no está de acuerdo y dice: «Iskra cree que el pueblo se reunirá y organizará en torno a ese periódico en el trabajo para él. ¡Pero si le es mucho más fácil reunirse y organizarse en torno a una labor más concreta!» Así, así: «más fácil reunirse y organizarse en torno a una labor más concreta». Dice el refrán: «Agua que no has de beber, déjala correr». Pero hay gentes que no sienten reparo en beber agua en la que ya se ha escupido. ¡Qué de infamias no habrán dicho nuestros excelentes «críticos» legales «del marxismo» y admiradores ilegales de Rabóchaya Mysl en nombre de este mayor concretamiento! ¡Hasta qué punto coartan todo nuestro movimiento nuestra estrechez de miras, nuestra falta de iniciativa y nuestra timidez, que se justifican con los argumentos tradicionales de que «¡es mucho más fácil… en torno a una labor más concreta! (...) Vean en qué consiste ese «algo más concreto» en torno al que –cree él– será «mucho más fácil» reunirse y organizarse: 1) periódicos locales; 2) preparación de manifestaciones; 3) trabajo entre los obreros parados. A simple vista se advierte que todo eso ha sido entresacado totalmente al azar, por casualidad, pro decir algo, porque, comoquiera que se mire, será un perfecto desatino ver en ello algo de especial utilidad para «reunir y organizar». Y el mismo Naidezhdin dice unas páginas más adelante: «Ya va siendo hora de hacer constar sencillamente un hecho: en el plano local se realiza una labor pequeña en grado sumo, los comités no hacen ni la décima parte de lo que podrían... los centros de unificación que tenemos ahora son una ficción, son burocracia revolucionaria, sus miembros se dedican a ascenderse mutuamente a generales, y así seguirán las cosas mientras no se desarrollen fuertes organizaciones locales». No cabe duda de que estas palabras encierran, al mismo tiempo que exageraciones, muchas y amargas verdades. ¿Será posible que Nadiezhdin no vea el nexo existente entre la pequeña labor realizada en el plano local y el estrecho horizonte de los dirigentes locales, la escasa amplitud de sus actividades, cosas inevitables, dada la poca preparación de los mismos, puesto que se encierran en los marcos de las organizaciones locales?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

viernes, 10 de octubre de 2025

Dutt y Deborin analizando las propuestas del corporativismo fascista

En esta ocasión traemos al lector una pequeña compilación de dos textos de gran interés y utilidad para estudiar el fascismo, especialmente en lo que se refiere a la propuesta de la sociedad corporativista:

a) Por un lado, el británico Rajani Palme Dutt en su obra «Fascismo y revolución social» (1934) analiza el papel que jugó fascismo en Italia y Alemania −presentándose como una supuesta tercera vía frente al liberalismo y el socialismo− y, a su vez, el papel de este en la defensa del orden burgués y las políticas monopolistas. 

b) Por el otro, el soviético Abraham Deborin en su obra «La ideología del fascismo» (1936) , demuestra que toda la teoría fascista respecto a la cuestión del Estado se resume en la defensa del orden burgués existente, la supeditación de las masas respecto a los caudillos y las «élites» del fascismo, conformadas por los capitalistas y sus ideólogos. 

En cuanto a las ediciones y traducciones utilizadas, queremos dejar constancia que la evolución posterior de ambos autores hacia el revisionismo absoluto no menoscaba la esencia de cada texto, que más allá de inexactitudes o errores, da en el blanco a la hora de hallar y desmontar el fenómeno demagógico del fascismo. 

Sin ir más lejos, la obra de Deborin sufrió diferentes reediciones a lo largo de los años, por lo que tras el periodo stalinista algunas frases fueron modificadas  o directamente omitidas. Estos cambios, sin duda con la aprobación del propio autor, fueron una constante desde la subida al poder de Jruschov y no perseguían otro objetivo que borrar de la historia de la URSS, tanto para el público autóctono como el extranjero cualquier referencia a Stalin y su pensamiento. Esto no es una simple especulación nuestra, la obra fue traducida al español en 1964 por la editorial Pueblos Unidos partiendo de la versión soviética más actualizada en aquel entonces, y en esta versión no es rastreable el nombre del georgiano, si bien se mantiene alguna cita suya sin mencionar la obra original. 

Capitalismo, socialismo y Estado corporativo

«El fascismo difiere del socialismo principalmente en esto: que en el Estado Corporativo te dejarán en posesión de tu negocio». (El fascismo llama a los industriales y hombres de negocios; La Semana Fascista, 19-25 de enero de 1934)

El fascismo se esfuerza por presentarse como una tercera alternativa distinta del capitalismo o del socialismo. Ante los trabajadores, el fascismo insiste en que no defiende el capitalismo. Ante los empresarios, el fascismo insiste en que no representa al socialismo. Para su supuesta concepción positiva distinta sigue siendo extremadamente vaga. Sólo después de varios años de existencia el fascismo italiano elaboró la fórmula del «Estado corporativo» para cubrir su objetivo. El fascismo alemán elaboró la fórmula del «nacional-socialismo». Ambas fórmulas pretenden representar la supuesta «tercera alternativa» al capitalismo o al socialismo.

Esta supuesta «tercera alternativa» −el sueño de la ideología pequeñoburguesa desde el desarrollo del capitalismo y la lucha de clases− sigue siendo un mito y nunca podrá ser otra cosa que un mito. De hecho, no es más que una repetición del viejo sueño pequeñoburgués de una sociedad de clases sin contradicciones de clase ni lucha de clases, pero esta vez utilizado para encubrir en realidad el Estado de clases y la supresión de clases más violentamente coercitivos. El «Estado corporativo» es, de hecho, el disfraz transparente del capitalismo moderno, con una desarrollada organización estatal de la industria y la completa supresión de toda organización y derechos independientes de los trabajadores.

lunes, 8 de septiembre de 2025

Los méritos del PTA en la lucha contra el revisionismo no deben de hacernos olvidar sus vacilaciones y debilidades; Equipo de Bitácora (M-L), 2025

«Hoy todavía no son pocos los que se empeñan en buscar en el PTA un «historial antirevisionista» impecable en todo momento y lugar. Pero tratar de hallar tal pretensión de pureza es simplemente una quimera. Esto supondría que la gente nunca se equivoca y actúa al máximo de sus capacidades, mientras sus homólogos también serían algo así como «superhombres» que pueden con todo, lo cual es ridículo. Esto nunca ocurrió con Enver Hoxha, como tampoco con ninguno de sus predecesores ni discípulos, por más sabios y prudentes que sean. En la resolución de cualquier tarea siempre habrá lagunas, campos del conocimiento sin explorar, malas valoraciones, tanto en el presente como en el pasado. Esto no significa que sea imposible para el individuo la búsqueda de una actividad consecuente. Sin embargo, animamos al lector a que se cuide y sospeche de todo aquel revolucionario que no sabe hallar falencias en sus referentes ni en su mismo, puesto que supone que su nivel de ignorancia, sentimentalismo o narcisismo es demasiado alto como para ser tomado en serio. Véase el capítulo: «Entonces, ¿nunca ha coqueteado el marxismo-leninismo con nociones mecanicistas, místicas o evolucionistas?» (2022).

Seguramente, todo el mundo conocerá el famoso informe principal al VIII Congreso del PTA (1981) de Enver Hoxha donde este realizaba una radiografía muy precisa sobre el carácter del revisionismo soviético, chino, yugoslavo y eurocomunista. El PTA dedicó conferencias y campañas en sus periódicos, revistas, libros y radio para ampliar o matizar la información sobre cada uno, ¿pero esta «línea antirevisionista» siempre se mantuvo sin fisuras, como algunos siempre han creído? En absoluto. En esta sección repasaremos las posturas iniciales de los albaneses en relación a eventos de importancia. Los subcapítulos a desglosar serán los siguientes:

I. Unas notas preliminares sobre la lucha de los albaneses contra el revisionismo;

II. El PTA y su reacción a la rehabilitación del titoísmo (1954);

III. El PTA y su reacción ante la tesis del XXº Congreso (1956) y el «informe secreto»

IV. El PTA y la cuestión del «Grupo Antipartido» en el PCUS (1957);

V. El PTA y su papel en las conferencias internacionales de los 81 partidos (1957 y 1960);

VI. El PTA y el «Pensamiento Juche» (1955);

VII. La denuncia del «Pensamiento Mao Zedong» (1978);

VIII. El PTA y otras graves incoherencias de su política exterior (1976-84);

IX. Vincent Gouysse y Roberto Vaquero: del fanatismo a la deserción.

Anexo: Reflexiones sobre los vínculos del «stalinismo» (1925-1953) con el «jruschovismo» (1954-1964).

Unas notas preliminares sobre la lucha de los albaneses contra el revisionismo

«En general, en el caso de todas esas investigaciones científicas que abarcan un campo tan amplio y una cantidad tan grande de material, nada se puede lograr realmente sin muchos años de estudio. Los aspectos individuales que son nuevos y precisos y estos, por supuesto, se encuentran en sus artículos se presentan con mayor facilidad; pero examinar el conjunto y reorganizarlo es algo que solo se puede hacer después de haberlo explorado a fondo». (Friedrich Engels; Carta a Karl Kautsky, 18 de septiembre de 1883)

Esta sección, que cubre especialmente los años 1953-78, debe ser vista por el lector como una parte del todo, ¿a qué nos referimos? A que para entender todo el cuadro general de las deficiencias del PTA en la lucha contra el revisionismo o la caída de su régimen es necesario que el lector continúe después con los capítulos siguientes sobre política exterior, política cultural o política económica, ya que estos muestran los zigzagueos e inconsistencias que en lo sucesivo el PTA seguiría cometiendo entre 1979-91. 

Es clarividente que esta inconstancia del PTA en la lucha contra el revisionismo se reflejó en varios aspectos clave: a) como no ser capaz de percatarse a tiempo de traiciones consumadas −cuando ya se habían experimentado otras similares−;  b) no ser contundente ante tales evidencias ni manifestarlo en público −por miedo a posibles campañas de intoxicación, bloqueos económicos o represarías militares−; c) contentarse con aceptar de las excusas y fórmulas estereotipadas de terceros −por parte de Tito, Jruschov o Mao−, evitando profundizar en los hechos concretos, como si las cosas se fueran a resolver mágicamente, yendo muchas veces a la zaga de los acontecimientos; d) tropezar una y otra vez con tendencias ya superadas −como las ilusiones sobre el carácter de los países del  «segundo y tercer mundo»− regalando todo tipo de gestos y discursos conciliatorios. Este tipo de comportamientos no deben volver a repetirse, por lo que iremos desglosando su trasfondo con paciencia, tema a tema. 

Huelga comentar que estos defectos tuvieron una incidencia directa y muy severa en la formación de los partidos proalbaneses de América, Europa o África. El erigirse bajo estas costumbres y tradición tuvo notables méritos pero fue insuficiente para conseguir la hegemonía entre los trabajadores: estos vicios y carencias no solo supuso disminuir o barrer el apoyo efectivo de elementos avanzados que pudieran ser susceptibles de sumar a su causa, sino que indirectamente debilitó la lucha efectiva contra la gran cantidad de grupos revisionistas que en ese momento enfrentaban estos partidos proalbaneses −y que en la mayoría de casos contaban con mayor experiencia, financiación y astucia−. Dicho de otro modo, las torpezas y errores no forzados causaron a la larga una desmoralización y falta de orientación entre su propia militancia que puso en bandeja de plata para que sus rivales se mantuviesen en pie o creciesen en detrimento de aquellos que en teoría debían desenmascararlos y ser superarles en todo lo importante.

Este capítulo y los siguientes corroborarán una vez más que el hecho de no acaudalar unos principios bien definidos sobre el revisionismo −o de conocerlos perfectamente, pero no aplicarlos llegados la hora− dinamita toda posible unidad del movimiento revolucionario, como ocurrió precisamente con los partidos proalbaneses de los años 70 y 80, cuyos resultados no hace falta que sean comentados aquí, ya que hoy día el público general apenas sabe o recuerda nada de estos grupos, puesto que sus resultados no pocas palidecen en comparación de sus predecesores. 

Por este motivo, no nada hay peor que tratar de ignorar las derrotas de los movimientos pasados como si nada importasen; o peor, tratar de silenciar la crítica constructiva con pretextos ridículos de que supone «vulnerar el honor» de los que ya no están:

«[Marx] se entregó al desarrollo intelectual de la clase obrera que, con casi total seguridad, sería resultado de la acción combinada y la discusión mutua. Los propios eventos y vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas incluso más que las victorias, no pudieron evitar recordar a los hombres la insuficiencia de sus panaceas preferidas, y pavimentar el camino para una comprensión más completa de las verdaderas condiciones de la emancipación de la clase trabajadora». (Friedrich Engels; Prólogo a la edición rusa del Manifiesto Comunista, 1882)

martes, 2 de septiembre de 2025

¿Cómo era la estratificación y comportamiento de la intelectualidad albanesa en 1939? ¿Qué dificultades tuvo que sortear el PTA?

«En cuanto a la intelectualidad, naturalmente, debía realizarse un trabajo amplio, cualificado, diferenciado y a diversos niveles. En general el terreno para trabajar entre ellos era apropiado. Excepción hecha de los empleados de alta posición, quienes no sólo aceptaron el fascismo, sino que al mismo tiempo obtenían de él pingües beneficios materiales. Este tipo de empleados «con cultura», en general fueron corrompidos por todos los regímenes y fueron entre los primeros que, conscientemente, se apuntaron en el partido fascista «albanés» creado por el ocupante. 

Sin embargo, la mayoría de la intelectualidad de nuestro país era patriota, antifascista, estaba contra la ocupación del país, por ello el Partido dedicaría gran atención a esta capa del pueblo, porque también a través de ella continuaría forjando y estimulando cada vez más el patriotismo entre los jóvenes de uno y otro sexo. Estos amplios y detallados análisis de las situaciones, de la correlación de fuerzas, etc., fueron fruto de los debates que realizábamos tanto en las reuniones de la dirección, en los encuentros con los camaradas del Partido de la capital, como con los de las regiones. Estos constituían una gran ayuda en nuestro trabajo cotidiano y de cara al futuro, porque lo primordial e imprescindible para realizar nuestra tarea como comunistas, es decir como dirigentes de las masas, consistía en orientarse correctamente en aquella difícil situación de subyugación, de terror, de intrigas, de sufrimientos y miserias espirituales y físicas, que abrumaban a nuestro pueblo. (...)

Nuestro Partido, desde el principio, determinó con justa razón que en la lucha por la liberación del país debían participar todo el pueblo, todas las clases y las capas sociales sin distinción de puntos de vista políticos, ideológicos, religiosos, etc. Lo principal que podía y debía unir a estas fuerzas era la actitud hacia los ocupantes extranjeros, la lucha sin compromiso contra ellos. Sobre esta base se organizaría también el Frente Antifascista de Liberación Nacional, en el que participarían, además de las masas trabajadoras de la ciudad y el campo, todas las demás fuerzas y elementos, que estuvieran interesados en la libertad y la existencia de Albania y de la nación albanesa. Y, precisamente por ello, tuvimos que desarrollar un grande y vasto trabajo, a menudo extremadamente complejo, difícil y fatigoso, con los elementos patriotas o con los que presumían de tales, es decir, con todos aquellos que entonces se denominaban nacionalistas. 

No hay que confundir el término «nacionalista», como lo utilizábamos en aquel período, con el significado que ha adquirido hoy en la literatura política como definición de los elementos con posiciones nacionalistas burguesas en oposición al principio marxista-leninista del internacionalismo proletario. El término «nacionalista» era un apelativo para denominar a aquellos combatientes que en el pasado lucharon contra los ocupantes extranjeros, que pretendían liquidamos incluso como nación. Precisamente de la palabra «nación», tomada de las lenguas latinas y que corresponde a nuestra palabra «komb», se derivó el término «nacionalista», que hemos utilizado a lo largo de la lucha y se encuentra en mis escritos de aquella época. 

En realidad, esta denominación incluía una amplia gama de personas, desde las gentes con pasado y actividad patrióticos, hasta los intelectuales conocidos o que se exhibían como personas de sentimientos patrióticos y democráticos. Así que, con el término «nacionalista», en cierto modo establecíamos la diferenciación entre los comunistas, por un lado, y otras personas con las que teníamos contacto y trabajábamos, por otro. Desde la época de los grupos, pero sobre todo tras la fundación del Partido, el trabajo con los «nacionalistas» era una tarea que correspondía a todos los comunistas. Naturalmente, este trabajo se hacía según las posibilidades de cada cual, según el entorno social, los conocidos y familiares. En las células de las que formábamos parte rendíamos cuentas de toda nuestra actividad y también del trabajo con los intelectuales y los patriotas, intercambiábamos opiniones y nos aconsejábamos mutuamente sobre nuestra actuación. Cuando alguien encontraba dificultades con la persona con quien se le había encomendado trabajar, se la pasaba a otro camarada y encontraba el modo de presentársela

Esta fue una de las labores más difíciles que han tenido que realizar el Partido y todos sus miembros, desde la dirección hasta el simple militante. No me refiero aquí únicamente al peligro que nos acechaba en este trabajo, a la posibilidad de la traición y la delación, de que se infiltrara algún agente provocador en nuestras filas. Estas posibilidades, naturalmente, existían, pero ¿qué labor realizaban los comunistas y los patriotas honrados sin correr peligro? Ya habían calculado estos peligros, puesto que se habían empeñado en la lucha contra un enemigo feroz, cruel y astuto.

viernes, 25 de julio de 2025

¿Cómo afectó el espejismo de «Proletkult» a la construcción de la nueva cultura soviética?; Equipo de Bitácora (M-L), 2025

«Proletkult», traducido del ruso como «cultura proletaria», fue una iniciativa creada en 1917 y que operó hasta 1932, aunque realmente perdió todo su vigor a mediados de los años 20 debido a las críticas demoledoras que recibió de muchos de los protagonistas de la Revolución de Octubre (1917). Este artículo será una breve recopilación del origen, propósitos y consecuencias del experimento cultural que fue «Proletkult», grupo que hoy, no es casualidad, es reivindicado por trotskistas, lukácsianos, maoístas, mariateguistas, luxemburgistas, decadentistas, y un largo etcétera. Sobre dicho grupo se ha escrito y blanqueado mucho, especialmente entre las páginas de los órganos de expresión revisionistas, quienes han intentado falsificar la realidad y presentar dicho proyecto como una «libre y honesta expresión de autoorganización del proletariado», mientras que su producto ha sido calificado «como una de las más altas expresiones de arte revolucionario», una mentira que no resiste el más mínimo análisis. 

Lejos de lo que han asegurado simpatizantes y detractores, «Proletkult» no puede considerarse como el organismo ejemplar que cumplió el proyecto cultural del bolchevismo. Más bien debe estudiarse como un foco representativo de la época que, más allá de aspectos positivos, también reflejó los experimentos y obstáculos que tuvieron los propios bolcheviques a la hora de llevar a cabo su programa cultural. En no pocas ocasiones los Lunacharski, Krúpskaya, Lenin, Pokrovski o Yákovlev tuvieron que intervenir constantemente en las cuestiones de «Proletkult» para poner orden ante los intentos de varios integrantes de este organismo, los cuales intentaron usarlo como plataforma alternativa y contrapuesta al poder bolchevique. No menos cierto es que el desafío temporal que supuso «Proletkult» fue una representación de las discrepancias internas entre la propia cúpula gobernante sobre el camino cultural a tomar, fruto de la inexperiencia y/o las dificultades en la aplicación de los acuerdos. Pero no hay mal que por bien no venga, el «caso Proletkult» sirvió para aclarar, avanzar y definir una política que, sin ir más lejos, en lo artístico derivó en el llamado «realismo socialista», algo que sabemos incomodó a los elementos más díscolos del poder revolucionario. 

Vayamos al meollo de la cuestión, ¿cuáles fueron los focos de tensión entre el gobierno bolchevique y los «proletkultistas» más obstinados? Esto lo abordaremos en los siguientes bloques: 

1) ¿Puede el proletariado tener y desarrollar su cultura?; 

2) Futuristas, constructivistas y productivistas y sus propuestas sobre el arte; 

3) ¿Cuál fue la posición de los bolcheviques sobre la cultura heredada?; 

4) ¿Qué papel deben tener los antiguos y nuevos intelectuales en la nueva sociedad?; 

5) ¿Cuáles eran los «grandes proyectos regenerativos» de los «proletkultistas»?; 

6) Realismo vs formalismo en el teatro, la poesía y la música;

7) Bogdánov, la «tectología» y la cultura proletaria;

8) ¿Por qué «Proletkult» fue reprendido públicamente y reorganizado?;

9) Los intentos de presentar a Lunacharski como un liberal de las artes;

10) ¿Fue el «realismo socialista» un arte plano, falso y dogmático?

miércoles, 16 de julio de 2025

Tradiciones, tentaciones e ilusiones en la Guerra Civil Española: «Ejército» y «Revolución»; Pierre Villar, 1978

«Tradiciones y tentación en el mundo militar. Unamuno decía: el régimen político natural de España es lo arbitrario, atemperado por arriba por el pronunciamiento y por abajo por la anarquía. Es una boutade, pero si se piensa que este país en ciento veintidós años ha conocido cincuenta y dos intentonas de golpe de estado militar, se comprende que no es injustificado que a este tipo de operación se la conozca en todas partes con un nombre español.

¿Qué es, en el sentido clásico, un pronunciamiento?: un grupo de conspiradores militares, que disponen en uno o varios puntos del país de fuerzas armadas y que cuentan con apoyos interiores y exteriores, sacan a las tropas de sus cuarteles, «se pronuncian» por medio de un manifiesto sobre la situación política, ocupan los lugares de decisión y de comunicación y, si el movimiento se extiende suficientemente, requieren al gobierno para que se retire, lo reemplazan y a veces cambian el régimen. Se ha podido sostener que hay diferencias de fondo entre los pronunciamientos del siglo XIX, que tienen un programa positivo −frecuentemente liberal, romántico, idealista− y los golpes de estado del siglo XX, simples precauciones contrarrevolucionarias, y es posible, en efecto, que haya matices a determinar.

Pero lo que nos interesa aquí, como factor de la forma si no del fondo− del episodio que debemos estudiar, es el hábito mental, la expectación, los anhelos espontáneos, que impulsan a los militares a intervenir políticamente y a ciertos civiles a esperar su intervención. El hecho de que de cincuenta y dos intentonas de pronunciamiento solamente once hayan tenido éxito demuestra que el intervencionismo −cabría decir la «intervencionitis»− de los militares es permanente siempre que se plantea un problema grave a la sociedad española; en el siglo XIX el de la revolución política burguesa −¿se llevará a cabo o no?−, en el siglo XX el de la revolución social: ¿cómo impedirla?

En el intervalo, una pausa: ningún pronunciamiento entre 1886 y 1923. Y es que la Restauración ha encontrado una forma de parlamentarismo que facilita los compromisos entre grupos dirigentes y, por otra parte, que las crisis del momento son de orden exterior: revueltas coloniales, derrota ante los Estados Unidos; las agitaciones de los cuarteles se limitan entonces a querellas internas y a reacciones de amor propio ante las críticas civiles que han suscitado las derrotas.

Conviene, pues, no exagerar los contrastes entre pronunciamiento y golpes de estado en los siglos XIX y XX. Hubo en el siglo XIX más de un simple «golpe de estado» contrarrevolucionario y, en pleno siglo XX, a finales del año 30, jóvenes oficiales exaltados y aviadores impacientes se «pronunciaron», algo precozmente, por la República. Por el contrario, el «Movimiento» de 1936, si bien tiene causas sociales mucho más profundas, ha sido en verdad, en sus formas iniciales, el más clásico de los pronunciamientos: conspiración generalizada, iniciativa en los lugares más alejados y en las guarniciones provinciales, con previsión de una marcha sobre Madrid.

Por supuesto, el pronunciamiento no se concibe sino en ejércitos de un cierto tipo: el ejército español se ha forjado en las guerras civiles −guerras carlistas−, y en las guerras coloniales. Aun en la actualidad, tiene más oficiales de los que exigiría un contingente normal, y más generales de los que justificarían los posibles conflictos.  

Este «cuerpo», que el vocabulario corriente llama simplemente «el ejército» −«el ejército quiere…», «el ejército cree…»−, se recluta en un medio algo cerrado, no aristocrático o rico, sino más frecuentemente ligado a tradiciones familiares; la formación en escuelas especializadas de cadetes, la vida de guarnición y de círculos, refuerzan el espíritu de cuerpo; existen «dinastías»: el general Kindelán, colaborador de Mola contra los vascos en 1937, tenía un antepasado que reprimió ya las revueltas de Guipúzcoa… ¡en 1766!; un Milans del Bosch, que participará en 1981, en el último, hasta la fecha, de los putschs militares, desciende del Milans del Bosch que «se pronunció» con Lacy… ¡en 1817!

martes, 8 de julio de 2025

Cuando una obra de arte tiene como base una idea falsa, ésta aporta contradicciones internas que inevitablemente menoscaban su valor

«El misticismo es enemigo irreconciliable de la razón. Pero no sólo los que caen en el misticismo están en pugna con la razón. También son hostiles a ella los que por una u otra causa, de un modo u otro, defienden una idea falsa. Y cuando se toma como base de la obra de arte una idea falsa, ésta aporta contradicciones internas que menoscaban inevitablemente el valor estético de aquella. Ya he hablado de la pieza de Knut Hamsun «A las puertas del reino» (1895); como ejemplo de una obra de arte empequeñecida por la falsedad de su idea fundamental [32]. El lector me perdonará que vuelva a hablar de ella. 

Ante nosotros aparece como héroe de esta pieza Ivar Kareno, joven escritor que tal vez no tiene talento, pero al que, en cambio, sobra suficiencia. Dice ser un hombre de «ideas libres como un pájaro». ¿Sobre qué temas escribe este pensador libre como un pájaro? Sobre la «resistencia». Sobre el «odio». ¿A quién aconseja que se resista? ¿A quién enseña a odiar? Aconseja que se resista al proletariado. Enseña a odiar al proletariado. ¿No es cierto que se trata de un héroe totalmente nuevo? Hasta ahora, en la literatura habíamos encontrado muy pocos héroes de este tipo, por no decir ninguno. Pero el hombre que predica la resistencia al proletariado es el más indudable ideólogo de la burguesía. Ivar Kareno, este ideólogo de la burguesía, se considera él mismo y es considerado por su creador, Knut Hamsun, un gran revolucionario. Ya hemos visto en el ejemplo de los primeros románticos franceses que hay tendencias «revolucionarias» cuyo principal rasgo distintivo es el conservadurismo. Théophile Gautier odiaba a los «burgueses» y al propio tiempo arremetía contra quienes decían que había llegado la hora de suprimir las relaciones sociales burguesas. Evidentemente, Ivar Kareno es un descendiente espiritual del célebre romántico francés. Sin embargo, el descendiente fue mucho más allá que su antepasado. Él odia conscientemente lo que en su antepasado despertaba tan sólo una hostilidad instintiva [33].

Si los románticos eran unos conservadores, Ivar Koreno es un reaccionario de pura cepa. Y además un utopista del tipo de aquel salvaje terrateniente de Schedrín. Él quiere exterminar al proletariado como éste quería exterminar a los mujiks. Esta utopía llega al colmo de la comicidad. Por lo demás, todas las «ideas, libres como un pájaro», de Ivar Kareno llegan al límite de lo absurdo. Para él el proletariado es una clase que explota a las otras clases de la sociedad. Es ésta la más errónea de todas las ideas, libres como un pájaro, de Kareno. Y la desgracia consiste en que, al parecer, Knut Hamsun comparte la errónea idea de su héroe. Kareno padece todas las desventuras precisamente porque odia al proletariado y se «resiste» a él. Por eso no puede obtener la cátedra y ni siquiera editar su libro. En una palabra, se atrae toda una serie de persecuciones de aquellos burgueses entre los que vive y actúa. Pero, ¿en qué parte del mundo, en qué utopía vive esa burguesía que castiga tan implacablemente la «resistencia» al proletariado? Tal burguesía no ha existido ni puede existir jamás ni en ninguna parte. Knut Hamsun ha tomado como base de su obra una idea que se halla en contradicción irreconciliable con la realidad. Y tal circunstancia ha perjudicado hasta tal punto a la obra, que ésta provoca risa precisamente en aquellos pasajes que según la intención del autor debía adquirir un giro trágico. 

Knut Hamsun posee un gran talento, pero ningún talento es capaz de convertir en verdad algo diametralmente opuesto a ella. Los enormes defectos del drama A las puertas del reino son una consecuencia lógica de la absoluta inconsistencia de la idea que le sirve de base. Esta inconsistencia es debida a la incapacidad del autor de comprender el sentido de la lucha de clases en la sociedad contemporánea, lucha de la cual su drama es un eco literario.